jueves, 7 de diciembre de 2017

Ceniza y opacidad

¡Hola! Antes de nada, me gustaría que esto se leyera con la canción puesta de fondo, pues no surte el mismo efecto si no, ya que está hecho así a conciencia. Además, a falta del escenario y los intérpretes, al menos estaría bien que se pudiera disponer de dos de los elementos de la escena. De verdad, merece la pena. O eso quiero creer. La dejo con el videoclip oficial aquí abajo para que se pueda leer y escuchar simultáneamente. Y sin más dilación, que dé comienzo el espectáculo:

Michael Jackson - Stranger in Moscow (Official video)
© 1996 MJJ Productions Inc.

Hipotética puesta en escena. Un escenario, una chica joven de entre 20 y 25 años, una canción, gente bailando raro, un texto.
Imagina: empieza a sonar "Stranger in Moscow", de Michael Jackson, a la vez que se va encendiendo lentamente una luz blanca neutra muy tenue que enfoca a la chica de frente. Ésta está quieta en medio de la escena, descalza, mirando hacia la parte derecha del escenario (vista desde el público) en diagonal hacia arriba, concretamente a la esquina donde se juntan la pared y el techo.
La gente va entrando poco a poco con un extraño baile, completamente fuera del ritmo de la música y como fuera de sí. Los que pasan cerca de la chica, como si fueran incapaces de verla, se chocan suavemente con ella, que permanece inmóvil, aunque reacciona a los impactos tratando de recobrar el equilibrio y sin perder la mirada fija a la esquina. El volumen de la música baja. Comienza a escucharse el siguiente texto con la voz de una chica joven, con pausas marcadas entre cada oración:

"El 11 de septiembre de 2001, mientras las Torres Gemelas reventaban en Nueva York, las cenizas comenzaron a abrirse paso en sus retinas, a traspasar el límite de sus ojos, a limitar su visión y entendimiento, a sustituir sus lágrimas y el salado sabor de éstas por arena y gravilla. La ceniza era su nuevo vestuario, era el nuevo atrezo de aquel despilfarrado escenario. Ella, inmóvil, la gente… ¿Qué hacía la gente...? No lo sabía, era incapaz de atinar si los movimientos percibidos eran huidas despavoridas o las almas de los ya no vivos escapando de aquel descontrol, de aquella mezcolanza de horror e incertidumbre. La ceniza acabó nublando su mente, y apagó los dos hemisferios de la escasa inteligencia que a duras penas permanecía disponible."

Al finalizar el texto, el volumen de la música sube. La gente que falta por pasar lo hace, mientras la chica comienza a andar de frente muy lentamente sin dejar de enfocar su mirada al mismo punto. La gente termina de pasar, dejándola en completa soledad. Ella sigue andando. El volumen de la música y la intensidad de la luz se van atenuando muy poco a poco, hasta quedarse la escena vacía, oscura y silenciosa al mismo tiempo.


-----------------------------------------------------------


Sé que ha pasado mucho tiempo desde que publiqué lo último y sé que prometí publicar más a menudo, pero, como sé que no lo voy a hacer, retiro la promesa. No siempre estoy satisfecha con lo que hago y no siempre hago cosas, así que de aquí a lo próximo igual pasa un eón, no lo sé.
En fin, el 5 de diciembre de 2017 asistí a un taller llamado Taller para bailarines que escriben / dramaturgos que bailan, impartido por La Señorita Blanco (Olga Blanco) en los Teatros del Canal, en Madrid. Sinceramente, al principio quería salir de allí, porque, aunque realmente no sabía qué esperarme, desde luego eso no me lo esperaba. Igualmente, aguanté, y entre todos (16 personas mucho mayores que yo, que tengo 18 añitos) consiguieron integrarme y acabé soltándome al cabo de una hora y media más o menos (fueron 4 horas). El taller iba de "bailar mal", fuera de música, contando los tiempos a tus anchas, rompiendo la técnica que, en mi caso, llevo forjando 10 años en un conservatorio. Lo mío, paradójicamente, es más "bailar bien". Además, como fan y seguidora fiel e incondicional de Michael Jackson, me considero, como él bien decía, una esclava del ritmo. ¿Cómo me iba a salir yo de música a propósito? Es muy difícil. Pero bueno. Llegó el momento de escribir (¡Aleluya!), cosa que tampoco estaba segura de si lo íbamos a hacer porque no sabía cómo lo íbamos a compaginar con la danza. Ella nos dio cuatro comienzos, de los que teníamos que escoger uno y escribir un texto corto en unos 15 minutos, y después montar cada uno una escena con él, un micrófono para leer el texto, y usando a los bailarines como y que necesitáramos. Dentro de mi cabeza me gustaba cómo quedaba lo que había planeado, y en el cuarto turno decidí romper las cadenas de la vergüenza y salí voluntaria para presentar mi escena, cosa con la que se quedaron bastante sorprendidos y a la que respondieron sonriendo y diciendo "¡Bien!", y cosas así. Me ayudaron increíblemente, ver la escena salir de la hoja de papel fue, de verdad, como un sueño. Además, quiero creer que la expresión que pusieron fue de sorpresa buena, de agrado, como diciendo "¿Y tú por qué te has quedado callada y a punto de llorar (de verdad, casi rompo a llorar unas tres veces) hasta ahora?", así como el aplauso final. El caso, conseguí estar cómoda allí y participé en las escenas de los demás cuando lo necesitaban y lo pedían.
Me di cuenta de qué iba eso cuando al final nos dijo que la moraleja era que hay un sitio para todos. Si un tipo de teatro no te gusta, simplemente no vayas a verlo. Aunque esto no sería exactamente lo que yo haría ni lo que hubiera ido a ver, en realidad me ha hecho abrir los ojos y ver que hay más cosas, cosas distintas y buenas, entretenidas. Además, siempre está bien probar propuestas diferentes para saber más allá de lo que conoces y, quién sabe, descubrir que en base a eso, aunque no sea exactamente lo tuyo, puedes crear algo nuevo a tu gusto, como ha sido el caso de esto.
Espero que os haya gustado, y perdón por la extensión de esto.
¡Un saludo y hasta la próxima!
Raquel Morán.

No hay comentarios:

Publicar un comentario